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El calor de León puede llegar a derretirnos. Soy de los que piensa que genéticamente los leoneses no estamos preparados para el calor, ni animales (racionales incluidos) ni plantas, por lo que si con el frío nos enorgullecemos aunque lo suframos, con el calor no podemos.

Es comenzar el Sol y sentirnos mal, sin ganas no ya de trabajar, ni siquiera de movernos, y esperamos en un estado de semialetargamiento a que lleguen las horas vespertinas para que, como por arte de magia, inundemos calles y plazas, inundemos caminos y eras con una sonrisa propia de que está refrescando y podemos lucir nuestros trajes, colgantes de acero, pulseras plata o lo que sea menester.

La política leonesa es algo parecido.

Estamos ahora mismo sometidos a una ola de calor en la que unos cuantos personajes y personajillos incluidos en listas electorales ocupan los cargos públicos ante la atenta mirada de no pocos leoneses que no esperan de ellos sino que no fastidien.

 

Desde 1301 en picado y a plomo

Ese es el sino de nuestro país desde que en 1301 perdiera por completo su independencia. Unos cuantos mandando y unos muchos esperando que los que mande no den demasiado la tabarra.

Y es que los leoneses vamos a lo seguro y preferimos una pequeña pérdida antes que arriesgarnos a una batalla hasta para ir a la playa. Muchas veces habría que tener capacidad de contratar un seguro de viaje para cubrir estas incidencias, ¿verdad?

De ello nuestro individualismo: somos el país de los autónomos, un pueblo del que destaca nuestra escasa capacidad para el trabajo en equipo y el deporte nacional de los leoneses: poner a escurrir a todos los demás sin mover un dedo para cambiar las situaciones que implicarían una actividad activa por nuestra parte.

Y es que sí, los leoneses somos el pueblo elegido para la crítica, pero por desgracia no lo somos para poner remedio a las situaciones que provocan el desastre ni con magia ni con acupuntura.

Analizamos con precisión matemática los fallos del sistema pero somos incapaces como colectivo de mover ni un solo dedo para reparar con facilidad cosas que mejorarían el bien común, algo que a los psicólogos de León interesaría conocer.

Los leoneses parece que estamos dopados muchas veces con proteínas baratas que desde la Junta, el Estado y quien haga falta nos administran para que no trabajemos, no propongamos, no consigamos y cuando somos capaces de funcionar como un equipo de fútbol siempre aparece algún jugador que incomprensiblemente hace una falta tonta dentro del área, deja pasar un balón que no debe, se niega a correr en la banda o incluso mete un gol en propia puerta y trata luego de convencernos de que quedar eliminados no importa, eso sí, siendo bien pagado por el equipo rival.

¿Tenemos remedio los leoneses?

Loe leoneses somos así y no, no hay que conformarse. Podemos cambiar. De hecho las veces que en la historia nos hemos sentido orgullosos de ser una nación, de ser independientes, de estar orgullosos de ser leoneses nos ha ido muy bien.

Los autónomos, las empresas pequeñas, son aquellos que llevan el peso de la economía de este país dado que los leoneses tenemos en la mediana y gran empresa algo que conseguir.

Y ni castellanos, ni moros, ni españoles ni portugueses pudieron frenar al Reino de León cuando nos pusimos bravos. Eso sí, en cuanto empezaron a  sobornar a nuestros prohombres, nuestros principales valuartes se vendieron por cuatro monedas y el pueblo leonés se volvió apático y conformista caímos en picado y a plomo.

A veces conviene repasar la historia para evitar caer en los mismos errores.