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El verano en León significa pueblo. No es posible entender los veranos en el país de los leoneses en que los capitalinos de cualquiera de sus urbes no piense inmediatamente en ir al pueblín a disfrutar del sol, la naturaleza y la familia.

En principio los veranos en el pueblo siempre empiezan bien y los veraneantes son bienvenidos. Amigos de la infancia, familiares naturales y pegados y los guajes corriendo por todos los lados conforman una realidad en la que aquellos que hace meses que no se ven se reencuentran.

 

Los pueblines de León en verano

La realidad es que los veranos en el pueblín muestran otra de las desgracias leonesas, muestran lo que debería ser y no es y muestran lo peor que León y sus gentes dan de sí mismas.

El verano en el pueblín no es un verano excesivamente leonés, sino un poco vasco, un poco catalán, un poco alemán o un poco suizo. Ese poco, o mucho, lo representan los emigrantes, aquellos leoneses que no tuvieron la oportunidad de encontrar aquí trabajo o que, para mejorar sus condiciones de vida, se vieron abocados a buscarla en lejanos países.

 

 

La tormenta de verano

Es por ello que, poco a poco, los leoneses han conformado una especie de relámpago, de tormenta de verano que se agradece en medio de los calores y que, durante algunas semanas al año, tiñe de gritos, risas y ajetreo la actividad diaria de nuestros pueblines.

Unos pueblines que, por otro lado, verán su lado más amargo cuando, pasado el mes de septiembre, el gris del cielo, el frío de sus calles y el sonido del viento sean lo único que conforman la realidad de un País Leonés que ha sido devastado por la emigración de sus gentes.

El verano es pues, en definitiva, la estación donde los pueblos de León recuperan su vida, su alegría y sus ganas de existir.

Aprovechémoslo.